Negar que actualmente está sobreviniendo una crisis energética es negar la evidencia. El modelo energético actual nos está conduciendo a una situación insostenible en la que los combustibles fósiles se agotan, dejando como consecuencia una cada vez más alarmante subida de precios.
Es preciso que comencemos a apostar por las energías renovables, una forma de mover el mundo que lleva décadas estudiándose pero que, hasta hace relativamente poco no ha podido competir en eficacia y precio con las energías actuales.
Lo que hace solo unos años parecía inalcanzable hoy se ha superado con creces; tanto en reducción de costes, bajada de precios, integración en la red, rapidez de aplicación, mayor rendimiento energético, integración en sistemas urbanos y de transporte, más potencia instalada en menos tiempo…
En definitiva, plena competitividad a la altura de las actuales fuentes de energía.
La respuesta es muy clara, son las renovables. ¿Por qué? Porque los beneficios de las renovables son objetivos y cuantificables desde el momento en que cada kilovatio renovable evita importaciones energéticas y emisiones de CO2. Mientras que el coste de las renovables se sabe con certeza porque el recurso entra a coste cero en el sistema, nadie conoce de la misma manera el precio del gas o del petróleo porque lo determinan unilateralmente los países exportadores de crudo, a lo que hay que añadir la falta de competencia en sectores que paradójicamente están liberalizados.
Es el momento de elegir el modelo energético más idóneo. Que de esta crisis salgan triunfadores los combustibles fósiles es un suicidio, es condenar a la ciudadanía a futuras crisis aún más graves y mayor desigualdad. Para evitar eso es urgente otra política económica y otra política energética.
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